El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 18 de marzo de 2017

Día del padre

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Cuando era pequeña, el 19 de marzo, día del padre, era festivo. Y un mes antes ya estábamos preparando en el colegio el regalo que íbamos a llevar a casa con todo nuestro cariño. Un regalo manual, de cartulina, papel u otros materiales poco consistentes, de forma que, pasado un tiempo, acababa irremediablemente en la basura. Pero el objetivo estaba cumplido: había sorprendido y agradado a papá.

Ahora muchos maestros se niegan a preparar nada para tal evento, con el fin de no herir susceptibilidades o evitar conflictos familiares, dada la diversidad familiar que nos rodea. Ya se encarga el marketing comercial de recordarnos el valor de un regalo material.

En cualquier caso, con regalo o sin él, la figura del padre es incuestionable en nuestras vidas. Bien por su omnipresencia, bien por su ausencia. Bien por su tiranía, bien por su evitación de responsabilidad. Bien por su cariño, bien por la falta del mismo.

El padre, origen de nuestra vida, nos aporta no sólo la base genética sino un conjunto de valores o desvalores que nos van a acompañar a lo largo de nuestra existencia.

Hoy, día del padre, quiero recordar a aquellos que son y ejercen de padres. Quiero agradecer su función y su referencia en las vidas de sus hijos. Quiero resaltar el papel fundamental que representan en el desarrollo y crecimiento de sus criaturas. Ser padre es dar y darse.

Hoy, día del padre, felicito a los padres que ejercen como tales. Es su fiesta y es motivo de celebración. El resto, los que sólo llevan el título por genética, tal vez tendrían que reivindicar otra festividad más acorde con su función.

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