Fiel reflejo, Jesús Aguado
Venía de trabajar y me sentía feliz del maravilloso día que hacía. El calor por fin había llegado, habíamos prescindido por primera vez del abrigo y todo a mi alrededor me parecía liviano. Hasta yo misma parecía andar de forma más ligera.
Me sentía agradecida a la vida (como tantas otras veces)
Me encontré con una antigua compañera de Facultad. Estudiamos juntas durante años y fuimos amigas, aunque la vida de cada una tomó distinto rumbo, pero seguimos sabiendo una de la otra y nos ponemos al día cuando nos encontramos.
De la forma más natural del mundo me dijo que acaban de descubrirle un tumor maligno. Venía de comprarse varios libros para leer durante las largas sesiones de quimio que empezarían justo al día siguiente, antes de poderla operar, en su caso.
Me dijo que estaba preocupada, claro, pero que, en realidad, lo único que la noticia suponía es que podía acercarse el final un poco antes de lo normal, pero que la muerte llegaba a todos: a unos antes y a otros después. Que, ante este hecho, lo único que cabe hacer es encarar cada día de la mejor forma posible y vivir lo que toca “viviéndolo”, sin dramatismo ni exageración.
Mientras la observaba pude comprobar que hablaba desde el corazón, sin temor a la verdad y esperando lo que quiera que llegue.
Me dio una lección de valentía.
Y aunque, ciertamente, la sensación maravillosa de la que disfrutaba minutos antes, se había nublado, agradecí el encuentro, la fuerza que transmitía al hablar y su forma sana de enfocar la vida.
Todavía no hay comentarios
Esperamos el tuyo