El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 11 de febrero de 2017

Mañana oscura

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Oscura mañana. Foto Jesús Aguado

Hay mañanas en que levanto la persiana y sólo veo oscuridad, niebla, lluvia… y lo único que apetece es volver a bajarla y olvidarse de salir. Quedarse en el calor del hogar a resguardo de las inclemencias.

Hay mañanas que cuesta empezarlas, la verdad.

Pero entonces observo a personas que, encogidas, caminan deprisa a su lugar de trabajo diario. O veo las luces de los coches rompiendo la oscuridad. O miro a los dueños de los perros dando el paseo cotidiano obligatorio haga frío o calor, llueva o luzca el sol.

Y empiezo el día como otros muchos lo han hecho, incluso antes que yo. Y llevo a cabo las actividades que tengo programadas. Y trabajo. Y como. Y me encuentro con la gente. Y me canso. Y leo. Y peleo (cuando me toca). Y escucho o hablo, según proceda. Y medito. Y…

Cuando llega la noche, la climatología sigue siendo adversa. La lluvia sigue azotando, o la niebla entorpeciendo la visión, o la oscuridad envolviéndolo todo. Pero algo tengo claro: el día no ha sido en balde.

He salido. Me he mojado. He pasado frío. Pero he podido sentir la lluvia y el frío, la oscuridad y la claridad, el calor y los encuentros. He vivido experiencias, he aprendido algo nuevo, he descubierto algún detalle antes desapercibido, he reído o he llorado. He vivido.

Y sólo me sale dar gracias.

Gracias a los que han sacudido mi pereza, a los que se han cruzado en mi camino, a los que me acompañan en él, a los que me abren puertas, a los que me hacen reír, a los que me dan vida.

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