El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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jueves, 18 de mayo de 2017

Curso de Crecimiento Personal

Gerardo


Fin de semana de mayo. La primavera está espléndida. Salgo a caminar. Colores y aromas del campo me inundan. Bajo mis pies, el frescor del rocío vitaliza la hierba  y aviva las flores. Los pajarillos saludan el día con trinos y un jilguero me dedica su alegre canto.
En él me pregunta si realmente necesito y aprovecho  todo cuanto tengo. Al verme reflexivo y ausente percibe dolor, y me anima a buscarle sentido, pues todo lo que nos llega lo tiene. Murmura que la elección siempre es mía, y con ella la responsabilidad. En todo momento tengo la posibilidad de elegir la actitud con la que vivo: el lado más oscuro o el más amable. Ante mis prisas, dice que he de ser paciente y no quererlo todo de inmediato, pues la siembra requiere su tiempo de crecer y dar fruto.
He de estar atento al visitante inesperado, me apunta: “no  puedo”, “he de hacerlo todo bien”, “el pasado me lo impide”, “mañana, lo haré mañana”…, o cualquier otro huésped que me despiste, que me lleve al pasado o a preocuparme por lo que todavía no ha ocurrido. Si quiero compañía, he de elegir otra más racional y realista que me ancle en el momento en el que vivo.
Mi pajarillo está inquieto. Antes de despedirse me susurra al oído: “hazlo y confía”. Aunque no me sienta totalmente preparado, las consecuencias transformadoras vendrán solas.
A solas y agradecido, respiro serenidad mientras le veo alejarse majestuoso y centelleante.
Campo de flores ante mí. Arco de color y aroma. Siento. Y una ardilla sale a mi encuentro.
Me enseña cómo dar y recibir; cómo pedir y poner límite de un modo sano para sentirme  seguro y valorado. Conversando conmigo se da cuenta que me encuentro herido, y me regala  el efecto liberador del perdón; compromiso libre que establezco conmigo. Me enseña que mostrándome desde la autenticidad de lo que soy, desde mis anhelos y fragilidades, lejos de corazas, escudos y prevenciones, me puedo y me pueden querer, y dejarme querer, puedo dar, darme y recibir atención y cuidados. Sólo así, edificado en Humildad y en Verdad, cuando la Vida me zarandee y cuestione con sus inclemencias mi existir, estaré preparado para construir futuro y responder en cada momento a lo que me pregunte.
El aleteo de una linda mariposa estremece mis sentidos. Despierto. Todo fue un sueño, me digo. Y entonces miro, y veo un lazo verde en mi muñeca.
¿Y ahora qué?
Tomo el control de mi día, recibo lo que la Vida me envía, y recuerdo “Confía”, porque… sea lo que sea, pase lo que pase, Todo está en su sitio, Todo está bien. Y sonrío.

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