El rincón del optimista
Juan
Estamos todos de acuerdo en que lo primero es la familia, aunque pueda sonar un poco a mafia, pero es verdad. La familia está siempre ahí apoyando, dando consejos, echándote un cable… siempre que sea una familia normal, estándar, porque ya sé que estáis pensando en alguno de la familia que deseáis que esté cuanto más alejado mejor y que el cable te lo echaría al cuello, si pudiera. No te centres en el garbanzo negro, que de esos hay en todos los cocidos. Si hablo hoy de la familia es para que decir que tan importante o más me parecen los amigos.
Desde bien joven, después de las obligaciones estudiantiles, laborales y familiares mi mente andaba siempre cavilando el modo de hacer quedadas con los amigos: los del pueblo, los del instituto y más tarde los de la Facultad; los del trabajo ya avanzando los años. Y puedo presumir de dárseme bastante bien la organización de ‘la peña’ para engrasar amistades. Creo que no se me da mal y eso que confieso que a veces tiene su desgaste el coordinar y poner de acuerdo a un buen número de personas, la mayoría con gustos y aficiones dispares.
Me parece que es muy sano conversar y visitar lugares nuevos con determinadas personas; probar comidas y bebidas diferentes con otras; contemplar una puesta de sol, una exposición, un museo… en compañía de alguien con quien has brindado por la vida con una copa de vino, has visitado o te han visitado en la habitación de un hospital, la misma que has acompañado en un funeral tras la muerte de un ser querido.
Cuento esto hoy porque este último fin de semana he vivido un encuentro de amigos de esos que quedarán en la memoria durante semanas o años. No descarto que pueda recordarlo mientras viva. Por eso hoy me atrevo a dar este consejo de cara al otoño que ya está aquí y que amenaza con ponernos tristones. Si no hay nadie que se atreva, decídete tú a tomar la iniciativa y convoca una reunión de amigos. Hablarás, escucharás, aprenderás. Puede que sea una reunión que alguien recuerde durante toda su vida.
Asín sea.
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