El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 17 de marzo de 2018

Multitud de regalos

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Un regalo. Jesús Aguado

Hace unos meses comentaba a mis alumnos la cantidad de regalos que recibimos sin darnos cuenta y sin valorarlos. Ellos sonreían un poco escépticamente, pensando tal vez –algunos– lo ingenua que puedo ser en ocasiones.

Pero no es ingenuidad ni falta de realidad. Es un hecho. Recibimos muchos regalos de todo tipo y casi continuamente. Un hecho objetivo, palpable, demostrable y cuantificable.

Tal es así, que desde que empezamos el año –y estamos ya a mediados de marzo– no ha pasado una sola semana sin que no haya recibido algún regalo material. Y me refiero a estos porque saltan a la vista: libros, frutas, adornos, tarjetas, flores, bombones…

También de los que no se tocan, ni cuestan dinero, ni pueden estropearse. Esos que a veces no distinguimos como tales, pero que no dejan de ser regalos para hacernos los días más llevaderos: detalles, colores, músicas, olores, sonrisas, abrazos…

No me considero distinta a los demás. Luego si a mí me pasa esto, es de esperar que nos pase a todos de forma más o menos parecida.

Lo que sí soy es muy agradecida. Y me he dado cuenta de que cuantas más gracias doy por todo lo que tengo y lo que me llega, más motivos brotan para repetir agradecimientos.

Tal vez sea una actitud. Tal vez se trate de tener la mirada y los sentidos abiertos para captar lo aparentemente oculto. Tal vez consista sólo en contemplar. Tal vez sea aceptación. En cualquier caso, lo que no es, es una casualidad.

Nos sobran motivos para agradecer. Nos faltan palabras para expresar.

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