El rincón del optimista
Juan
Hace tan solo unos días me encontré con la imagen que ves arriba, un imponente almendro que nace en el alto de la muralla romana de León, muy cerquita de la Catedral gótica. Fue realmente una sorpresa ver aquel árbol al abrir la ventana de la habitación del hospital de La Regla donde habían ingresado a un familiar. Sorpresa porque no te esperas un árbol de esta envergadura ‘viviendo’ en lo alto de un muro de piedra. Pero ahí estaba, firme, robusto, presidiendo el paseo de ese tramo de muralla que se ha habilitado para pasear, con acceso desde el centro hospitalario.
Bien es cierto que le falta a este estupendo árbol un poco de mantenimiento en lo que a poda se refiere, pero aun así se le ve ya veterano y bastante saludable, a pesar de lo cual sigue produciendo algún que otro fruto que ya se atisba entre las ramas caprichosamente extendidas. Durante prácticamente 24 horas que estuve en aquella habitación, donde la mayoría del tiempo fue de espera, no pude resistir la tentación de fotografiar a nuestro almendro en varias ocasiones. Fue visitado por una hurraca, un mirlo, varios colirrojos (carboneras llamamos en mi pueblo) y algunas docenas de gorriones o pardales. Nuestro almendro tiene una presencia increíble y una atracción especial. Fue una suerte que nos tocara esa habitación porque condicionó nuestra estancia y de paso inspiró este minirelato.
Desde luego que llama la atención el lugar que eligió el fruto para germinar y para crecer, entre piedras, cemento o argamasa, lo cierto es que, casi de forma milagrosa, aquellas raíces fueron buscando los resquicios para crecer, buscando la poca humedad que puede albergar la muralla, con el fin de surtir nutrientes a la planta y de anclarse firme para soportar el peso del tronco y las ramas del árbol que habrá sido azotado por el viento en muchísimas ocasiones.
Sin querer pensé en la importancia que tienen las raíces para las plantas… pero también para las personas, raíces que necesitamos para seguir sujetos a esta vida, por muchas murallas que nos pongan por delante. Así, si no puedes superar la barrera de la muralla, siempre puedes hacer como el almendro, quedarte a vivir en su cima. Y como la Puerta de Alcalá… viendo pasar el tiempo.
Asín sea.
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