El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 6 de octubre de 2018

Todo cambia

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena


Cambian los hábitos de vida. No vivimos hoy como hace diez años siquiera. Ni los jóvenes como nosotros. Ni los niños como aquellos que fuimos en un tiempo más o menos lejano.
Cambia nuestro entorno. Las pequeñas tiendas de nuestro barrio van desapareciendo, absorbidas por grandes superficies o por negocios más modernos y tecnológicos. Donde antes había guarderías ahora hay centros de día para la tercera edad. Los gimnasios y centros de estética proliferan, las oficinas adoptan nombres extranjeros y el comercio se internacionaliza y se expande en red.
Cambia nuestra forma de ver las cosas, nuestra perspectiva. Aquello que escogimos un día ha perdido interés y hoy escogemos lo que antes no hubiéramos ni imaginado. La comodidad on line puede más que el uso de los sentidos: tocar, oler, gustar, escuchar, ver.
Cambian nuestras circunstancias. Llegan los hijos, mueren los padres, crecen las familias, marchan los hijos… Personas que formaron parte de nuestra vida se han ido por diversos motivos y otras llegan –a veces inesperadamente- para quedarse. Y hay que hacer sitio. Y hay que acoplarse. Y hay que adaptarse.
Cambiamos de casa, de trabajo, de automóvil, de familia, de ciudad, de aficiones, de amigos, de estado civil. Cambiamos nosotros. Cambian los demás. Aunque decidamos, unos y otros, sentarnos y esperar (esto también produce cambios, puede que incluso mayores)
Estamos rodeados de cambios, queramos o no. A veces sutiles. A veces drásticos. Algunos, voluntarios. Otros, la gran mayoría, sobrevenidos.
Si todo cambia, entonces, ¿qué es lo que permanece?

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