El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 2 de febrero de 2019

Sólo hay que esperar

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena


En ocasiones, ante acontecimientos que llegan a nuestra vida, nos sentimos desbordados para bien o para mal.
Si el acontecimiento es ilusionante, nos dejamos llevar por él de forma casi incontrolada. Imaginamos una y mil escenas a su alrededor, una y mil formas de continuidad, uno y mil hermosos finales. Nuestra mente cabalga desenfrenada por encima de la realidad y, mientras sobrevolamos, no pisamos tierra ni vemos con cierta objetividad.
Si el acontecimiento es trágico, también nos suele arrastrar a ese espacio oscuro, vacío y frío al que llamamos decepción o miedo o dolor, del que nos parece imposible salir y en el que nos regodeamos inmisericordemente desde nuestra postura victimista.
Pero la vida me ha enseñado que, en uno y en otro caso, sólo hay que esperar. Con el paso del tiempo las aguas vuelven a su cauce sin necesidad de hacer nada.
Cuando la sobreexcitación nos lleve a imaginar lo que no es, hagamos un esfuerzo para mirarnos desde fuera de nosotros mismos y para tomar perspectiva alejándonos de la escena. Cuando la depresión no nos deje levantar la mirada hacia la esperanza, mantengámonos ahí, agarrándonos a la certeza absoluta de que “todo pasa”.
Y cuando llegue lo que tenga que llegar, nos daremos cuenta de cómo imaginamos lo que no era, de cómo sufrimos sin necesidad y de cómo queremos controlar lo incontrolable.
La vida sigue su curso –independientemente de lo que hagamos y queramos– y a nosotros sólo nos queda aceptar y observar, si acaso, para aprender algo.

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