La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
Una vez escuché que lo que marca la calidad de las relaciones es el final de las mismas. Es decir, dependiendo del final que tenga, la relación habrá sido buena o mala, porque ese será el recuerdo con el que nos quedemos.
En realidad, esta afirmación vale también para otros temas.
Todos hemos oído, por ejemplo, eso de que “cada uno muere como vive” y, hasta donde yo he podido comprobar, así es. Igualmente, las calificaciones finales de un curso marcan la diferencia entre bueno y malo, tanto a nivel personal como estadísticamente hablando. Y los buenos resultados de cualquier cosa habrán coronado un buen proceso, mientras que los malos sólo acentúan los ratos y esfuerzos perdidos.
El Camino –nuestro Camino– acaba hoy. Y acaba como empezó y como ha sido siempre: con buen tiempo y mejores ánimos, con ilusión, con ganas de compartir y de seguir avanzando. No sabíamos en un principio si llegaríamos alguna vez a nuestro destino. Pero llegamos. Y volvimos a empezar. Y hemos vuelto a llegar.
En este tiempo hemos descubierto que el camino es el proceso y no la meta y que a dónde tenemos que llegar es –como decía Juan Ramón Jiménez– a nosotros mismos, sin correr y sin agobiarnos.
En el Camino hemos abierto nuestra disposición a acoger lo que venga, sea lluvia, sol, subida o bajada. Y lo que vino siempre fue bueno. Hemos aportado lo que somos desde lo que somos, sin miedo, aflorando, así, escondidas aptitudes artísticas, logísticas y de intendencia. Hemos reído, bailado, llorado, cantado… juntos. Hemos descubierto la dimensión sonora del silencio y la esencia de los detalles. En definitiva, hemos crecido juntos.
Si es verdad que el final marca la calificación de lo anterior, el Camino ha sido bueno. Muy bueno.
Todavía no hay comentarios
Esperamos el tuyo