El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 22 de junio de 2019

Felicidad

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena


Tendría yo unos diez años cuando el ahijado de mi abuela vino a visitarla. Por aquel entonces –como tantos otros españoles de la época– residía en Venezuela, y la visita fue todo un acontecimiento pues, probablemente, no volverían a verse más. Como así fue.
Yo, que no le conocía, observaba lo que para mí no dejaba de ser exótico. Y aún recuerdo, a pesar de los muchos años transcurridos, su voz y su gesto mientras se despedía bajando la escalera de casa. En lugar de decir “adiós” o “hasta luego” (saludos normales) decía “felicidad” agitando su mano.
Pensándolo bien, es lo mejor que se puede desear a alguien: Felicidad.
La gente feliz suele expandir su felicidad y suele propiciar y generar ambientes felices. Y eso ya es de agradecer.
La gente feliz suele tirar para adelante,  encarando las cosas según vengan y sin hacer grandes dramas. Tal vez, porque confía en sus recursos y en los de la gente cercana con la que puede contar.
La gente feliz suele estar contenta con su suerte, queriendo lo que hace y lo que tiene. Y no envidia la de los otros, porque entiende que cada persona tiene su cara y su cruz.
La gente feliz no consume innecesariamente para alimentar un ego basado en la imagen, ni se esclaviza por ella. Y no suele dormir mal.
La gente feliz suma.
Hoy, que es mi último día en este querido blog, quiero despedirme como lo hizo el ahijado de mi abuela hace tantos años: deseando “felicidad” a todos los que habéis leído, seguido y comentado los artículos que cada domingo, desde hace nueve años, he compartido.
Felicidad siempre.

Nota de la redacción. Te deseamos igualmente "felicidad", ese es el mejor camino, el que merece la pena. Seguimos en ese mismo camino.   

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