Existen infinidad de caminos: asfaltados o sin hacer; transitados o abandonados; amplios o estrechas sendas; cruzados o limpios; sencillos de andar o sinuosos y complicados; rodeados de acogedora sombra o áridos; con destino final o sin él. Terrestres, aéreos, marítimos o virtuales.
Caminos que podemos recorrer solos o en compañía; a la fuerza o voluntariamente; a ciegas o con los sentidos abiertos; que nos llevan a algún lugar o a nosotros mismos.
En fin, hay multitud de posibilidades a la hora de escoger un camino.
Al camino han dedicado versos, pinturas, canciones y hasta novelas los artistas de antes y de ahora. Pero, curiosamente, todos parecen entender que el camino es personal y único para cada ser.
Así lo dejó escrito el poeta sevillano Machado: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. O el zamorano León Felipe: “nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy”. O el cantautor madrileño Ismael Serrano: “el camino de regreso yo te lo recordaré”. Y otros muchos que haría la lista interminable.
Lo importante ante un camino es la elección personal que cada uno hace al optar por él. Elijamos el que elijamos siempre nos quedará una pequeña duda en la trastienda del alma de si habrá sido el acertado o no. Elegimos y podemos acertar. O equivocarnos. Aunque, también es cierto, casi todos los caminos tienen retorno y podemos volver por donde hemos ido, por doloroso y humillante que nos resulte.
En cualquier caso, siempre hay algo peor que elegir el camino equivocado: que no elijamos nosotros y nos dejemos llevar por decisiones de otros, incluso sin darnos cuenta de ello.
Todavía no hay comentarios
Esperamos el tuyo