El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
Blog
sábado, 8 de abril de 2017

Repique de campanas

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena


Los veranos de mi niñez en el pueblo estaban musicados por el repique de campanas. Me despertaba escuchando el sonido alegre de su toque en el monasterio cercano, llamando a la oración de la mañana. Sabía más o menos la hora del día que era (y no usaba reloj) según oyera su repique. Y aprendí a distinguir el toque de llamada, el de difuntos, el de gloria…
Siempre me gustó. Su sonido me hacía sentir en casa. Me hacía formar parte de una pequeña comunidad cuyo horario y hábitos se regulaban bajo aquellos agradables latidos.
Cuando leo lo que Juan Ramón Jiménez escribe en “el viaje definitivo” y dice, entre otras cosas, “…y yo me iré… y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario”, siento la misma emoción que él pudo sentir, sabiendo que la vida sigue a pesar de no estar nosotros en ella, que la vida es un todo del que nosotros formamos parte en sólo un trecho, que hubo un antes y habrá un después de nuestra existencia física.
Estando en la Comunidad del Arca, el toque de campana nos invitaba, cada hora, a parar en lo que estábamos haciendo y ser conscientes, durante unos minutos, de lo que nos ocupaba. Nos llevaba al presente, a la consciencia del momento.
Las campanas, a las que he escuchado en muchos pueblos y ciudades de distintos países, me hablan –con su latido universal– de eternidad, de totalidad, de inmortalidad.
Cada vez que escucho el toque de campana en cualquier sitio donde me halle me siento en casa de nuevo. En esa casa que es ese momento de vida en el que estoy.

Todavía no hay comentarios

Esperamos el tuyo