Este libro habla de milagros, pero no son ni tus milagros ni mis milagros ni los milagros de los demás, son los milagros de la vida, o casi mejor habría que decir que se trata del milagro de la vida ya que la vida es el verdadero y único milagro.
Todo es una única sustancia, un único milagro, lo que ocurre es que nadie tenemos ni idea de qué sustancia se trata, los científicos andan detrás de ello y apenas saben decir nada, los místicos lo balbucean, los poetas lo proclaman, los músicos lo cantan, los bailarines lo bailan, pero sobre esa sustancia nadie sabe nada, cuanto más se intenta ahondar en esa 'única cosa' que todo lo constituye, más ignorantes nos volvemos.
Cuando ocurre un milagro la vida no hace nada extraordinario, los milagros no tienen nada de sobrenatural ya que son completamente naturales, es decir que la vida los contempla dentro de su propio diseño interno. Los milagros simplemente suceden, no hay nadie detrás haciéndolos.
Ante un milagro la mente se detiene, un milagro es algo que en realidad la mente no puede interpretar ni comprender; los milagros no son para colmar las expectativas de la mente, y es que si se tratara de colmar las expectativas de la mente nunca habría suficientes milagros dado que la mente siempre querría más y más. Cuanto más grande es un milagro más posibilidades hay de que pueda ser manipulado, dadme siempre milagros pequeños, muy pequeños.
Escribiendo este libro me he dado cuenta de que todos los milagros están ya hechos, lo que ocurre es que los vamos descubriendo a medida que nuestra consciencia se hace presente.
Una cosa es lo milagroso y otra muy distinta lo milagrero. Lo milagroso es todo lo que la vida trae, lo milagrero es lo que nuestra mente va buscando. Con lo milagrero siempre nos equivocamos, con lo milagroso no hay nunca equivocación. Lo milagroso no es fruto de nuestra voluntad, lo milagrero es justamente el espejismo provocado por la voluntad y por los deseos; con lo milagroso no hay nunca ningún problema, en cambio con lo milagrero siempre hay conflicto y decepción ya que la mente no sabe en realidad lo que quiere. En lo milagrero hay siempre un "yo" que busca algo, en lo milagroso no hay un "yo" buscando nada. En lo milagrero pensamos que somos nosotros los que hacemos las cosas, en lo milagroso nos damos cuenta ya de que es la vida la que todo lo hace.
Mientras estaba con la escritura de este libro se obró en mí un milagro, y es que me quedé sin preguntas, cuando ya no hay preguntas tampoco son necesarias las respuestas.
Lo más importante de un milagro no es que suceda y que muchos lo vean, lo importante de verdad de un milagro es que sea útil.
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