La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
En estos días festivos en que nos vemos envueltos una vez al año -como mínimo- que descolocan la rutina y en los que lo extraordinario acampa en nuestra vida desplegando libremente sus alas, desearía encajar los rápidos cambios de planes sin contrariedades y con tranquilidad.
En estos días de encuentros, desencuentros, excesos de todo tipo y caos generalizado, desearía tener mi casa y mi alma abierta a lo nuevo, acoger con los brazos abiertos aquello y aquellos que lleguen a mi vida, reconociendo, una vez más, que nada aparece por casualidad.
En estos días de nostalgia, tristes recuerdos y presencias echadas de menos, desearía mantener la calma y la serenidad, dar los abrazos que no he dado hasta ahora y recibir los que necesito, porque nunca se sabe cuál será el último.
En estos días de intensa compañía para unos y de profunda soledad para otros, desearía disfrutar del calor de los que me rodean y ser, al mismo tiempo, fuente de esperanza para los que carecen de alguien cercano a su lado.
En estos días de mensajes manidos, superficiales en la mayoría de los casos, repetitivos hasta la saciedad y edulcorados en exceso, desearía escucharlos con oídos nuevos y creer que, de verdad, decimos lo que sentimos.
En estos días de brillos, lucecitas de colores, adornos por doquier y abundante colorido, desearía mirar con ojos libres de prejuicios y encontrar miradas con brillo propio que se alegren de verme.
Estos deseos (y muchos más que no cabrían aquí por falta de espacio) no son sólo para mí, claro. Son también para cada uno de vosotros, en estos días festivos.
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