El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 15 de diciembre de 2018

Esa prisa por saber

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Ocurre a veces que iniciamos un camino nuevo y queremos saber cómo acaba antes incluso de dar un segundo paso. Nos puede la ansiedad de querer conocer. Nos metemos de lleno en el laberinto mental de imaginar una y mil cosas, sin ninguna consistencia y sin ningún tipo de base real. Y sacamos falsas conclusiones que sólo nos hacen daño (precisamente porque son falsas) y que nos conducen a decepciones que nosotros mismos provocamos.

Cuando algo nace hay que dejarlo crecer y desarrollarse al ritmo de los acontecimientos, no al que queremos imponer con nuestra impaciencia.

Lo bonito de los nacimientos es el montón de posibilidades y expectativas que el mismo hecho encierra, pero si nos empeñamos en querer obtenerlas de forma inmediata, probablemente ninguna de ellas nos compense.

Y si se trata de una relación personal… ¡para qué hablar! Imaginamos lo inimaginable, maquinamos mentalmente lo que no está escrito, ponemos en boca del otro y en sus actos lo que ni pasó por su mente y exigimos que los hechos se adecúen a nuestros desbaratados planes. ¿Para qué? Entre otras cosas, para sufrir de forma gratuita e inútil.

Cuando me veo inmersa en esta prisa por saber suelo recurrir a dos herramientas:

La primera, recordar que sólo existe el momento presente, el aquí y el ahora. Todo lo demás es entelequia mental. Así que me repito el mantra una y otra vez para dejar de elucubrar y vivir el momento.

La segunda, confiar en que lo que viene, conviene y tratar de descubrir aquello que el encuentro aporta a mi vida. Recibir y aceptar sin más.

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