El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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sábado, 1 de diciembre de 2018

Se necesitan abrazos

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
Tengo ante mí una postal en la que puedo leer “el poder de un abrazo”. Es curioso que entre tanto abrazo virtual y tanto whatsapp se sigan demandando abrazos de esos de abarcar con los dos brazos a alguien y sentirle cerca.
Hace años, caminando por Madrid, un grupo de gente regalaba abrazos. Me acerqué, abracé y observé. Había algunos que cruzaban de acera para no ser interpelados; otros, rehusaban con cara de pocos amigos, llevados probablemente por el miedo a los desconocidos; los hubo que preguntaban a santo de qué venía aquello; pero los más abrazábamos y sonreíamos. Llegué a la conclusión de que nos gusta, en general, abrazar y ser abrazados. Se nos esponja así el alma y se nos ilumina la cara, aunque sólo sea un ratito.
Desde entonces me fijo con bastante atención en la forma de abrazar.
Y he descubierto que no siempre transmitimos lo que queremos, a pesar de cumplir con el ritual. Y he experimentado esos abrazos que –como canta Andrés Suárez– no abrazan nada. Y he visto llamar abrazos a meros ejercicios protocolarios para salvar determinadas situaciones de puro compromiso.
Pero también -y eso es lo importante- he vivido y sentido abrazos intensos, cargados de emoción y de cariño, abrazos sostenidos que transmiten vida, abrazos consistentes y eternos que transforman el momento. Nada que ver con los anteriores.
Supongo que es a estos últimos a los que se refiere la postal al afirmar el poder de un abrazo, porque realmente éstos son los que se necesitan. Los que todos deberíamos dar y todos deberíamos recibir.

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