La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
Tiene Ismael Serrano una canción preciosa, –como casi todas las suyas– en la que una persona rompe los esquemas de otra y la viste de domingo. Es una forma de contar cómo, en determinadas situaciones, el día se convierte en una fiesta desocupada y lúdica donde lucimos nuestras mejores galas. Y no me refiero sólo a las materiales.
Lo malo de la afirmación es que es el “otro” el que nos viste de domingo. Es el “otro” el que hace de un día cualquiera un día festivo y luminoso. Es el “otro” el que tiene el poder de decidir que hoy toca celebrar y disfrutar.
Por supuesto que hay personas que con su sola presencia nos alegran el día. (motivo suficiente para celebrarlo). Y también personas agónicas que hacen sombra al sol y que nos quitan un poco las ganas de celebrar. Pero no podemos otorgar tanto poder al “otro”.
Cuando descubramos motivos de celebración, vistámonos de domingo (nosotros solitos) y juntémonos con aquellos con los que poder celebrar (afortunadamente siempre hay alguno). Y si en mitad de la celebración aparece algún “agonías”, alejémonos prudentemente y no permitamos que decida por nosotros.
Del mismo modo, si alguien nos invita a celebrar, agradezcamos la invitación, vistámonos de domingo despreciando la pereza y la desgana y disfrutemos del momento, que ya sólo por tener gente para compartir a nuestro alrededor merece la pena la celebración.
Hay motivos para celebrar. Muchos. Si fuéramos capaces de celebrar más a menudo alguno de ellos, no habría tanta queja y tanta languidez empañando los días.

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